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Cómo volver rentables nuestros errores – (Embargar el ansia de reparar el ser) (página 2)




Enviado por Ricardo Peter



Partes: 1, 2

 

De hecho, hay suficientes trazos en la historia del Occidente que
atestiguan la insistencia de la razón por reparar
ontológicamente la realidad limitada. A través de
sus recurrentes utopías, la razón ha querido
alcanzar ese objetivo de
corrección. Así lo han pretendido las
utopías filosóficas como La República
de Platón,
La Cittá del Sole, de Campanella, La nueva
Atlántida
de Francis Bacón, y
Utopía de Tomás Moro. Igualmente las
utopías socialistas de Saint-Simon,
Proudhon y Fourier, o la
utopía religiosa solicitada por Mateo, 5.48 de "ser
perfectos como Dios es perfecto".

Pero ironía trágica, la razón que
es el espacio crítico del hombre, se
vuelve su propio espacio de crisis al
proponer un ideal que afecta al ser humano en su mismo
cimiento.

Por los motivos arriba señalados, el individuo se
ve remitido a una aspiración que transforma el movimiento de
corrección a la base de la indigencia en un cerrojo de la
indigencia misma: querer "ser siempre correcto" se volverá
ahora lo incorrecto, es decir, lo descabellado.

Motivarse en pos de la perfección se traduce en
la construcción de estrategias,
mecanismos y conductas complicadas y disfuncionales. Es una
cuestión ridícula, pues, si por una parte el
individuo es consciente de que la perfección no puede
alcanzarse, en la práctica no se distrae de este ideal y
más bien tiende a intensificar su reacción negativa
ante la falla. Es como si se dijera a si mismo: puedo elegir y
asumir cualquier actitud y
conducta frente a
la vida y ante mi mismo, a condición de ser
perfecto.

La búsqueda de la perfección no supone un
reconocimiento de los propios linderos, sino una disidencia de
ellos, en cuanto transporta, cual burbuja mágica, al mundo
donde lo imposible es codiciable. Es importante señalar
que la influencia de un ideal no es estática,
sino dinámica. El ideal de la perfección
empuja a modificar la dirección hacia la defectuosidad hasta el
punto de querer negarla, rechazarla o sobrepasarla a
través de un exceso de auto-correcciones.

El ser humano, decíamos, está
indefinidamente abierto a correcciones pero a condición de
no pretender ser un sujeto definidamente correcto. El impulso a
corregir, a fin de que sea saludable, debe afirmarse respecto al
límite para protegerse del propio afán de
corregir.

Perder el sentido de nuestros límites
convierte la vida diaria en una perfecta pesadilla. Esa pesadilla
es el desajuste del individuo de su propio ser limitado. La
sensación de inadecuación (rasgo
característico del ansía de perfección o
perfeccionismo), es el resultado de su constante esfuerzo por
adecuarse a lo que no se haya sujeto al límite. A partir
de entonces, el sujeto se vuelve artífice de trampas
psicológicas, como la conducta excesivamente correctora o
la oscilación entre el miedo a fallar, que engendra
indecisión, y la culpa por haber fallado, que da lugar al
sufrimiento.

Todo este cambio, que
hemos analizado más profundamente en otras ocasiones, es
el resultado de la orientación perfeccionista que el
individuo imprime a su existencia

A este propósito, la finalidad de la Terapia de
la imperfección, en cuanto orientación enmendadora
de la disfunción del perfeccionismo, es señalar una
ruta contrapuesta a la de la perfección. Remontar el
individuo hacia su propia indigencia. Enseñarle a
aceptarse sin negar sus fronteras existenciales en toda la
complejidad de la vida. El límite señala una
dirección al ser humano mientras la búsqueda de la
perfección crea repulsión por la humanidad del
hombre y es causa de su desorientación.

Para abordar este asunto, la Terapia de la
imperfección postula sus propias acciones
denominadas "inclusión del límite" y "conciencia del
límite". Lo que en el fondo prescribe la Terapia de la
imperfección es otra forma de ver y de
tratar el mundo con que nos relacionamos.

El punto de partida es asumir una nueva
perspectiva
y aprender, por lo mismo, a percibir de una nueva
manera. Prácticamente la propuesta de la Terapia de la
imperfección tiene un carácter de movilización o
transición, que estriba en realizar una especie de
emigración al interior del sistema
mental.
Traslado que tiene que ver no con el nivel de
percepción, sino de perspectiva, que es el
"punto" desde donde la percepción percibe como
percibe.

Se trata, para decirlo pronto, de dejar de percibir la
existencia desde la razón, cuyo desempeño es observar, examinar, comparar,
analizar, juzgar y procesar y activarse desde la emoción.
De la razón a la emoción: éste es el
recorrido que realiza la Terapia de la imperfección. De
pensar la vida a sentir la vida.

El desplazamiento a que nos referimos acontece pues en
dentro de la persona misma.
Para esto se requiere superar el nivel de la percepción y
alcanzar el punto de partida de los procesos
perceptivos, es decir, la perspectiva. Pasar entonces no
sólo de una clase de
percepción a otra (de la percepción racional de la
existencia, a la percepción emocional), sino de la
perspectiva de los procesos racionales a la perceptiva de los
procesos emocionales. A este grado de profundidad debe realizarse
el cambio. Una perspectiva a otra. Tarea que encuentra enormes
dificultades en nuestra cultura donde
el individuo está habituado a percibir y a
tratar la realidad existencial desde una premisa que
promueve el rechazo, como es el caso del ansia de
perfección (o perfeccionismo).

Pero busquemos aterrizar en algo concreto.
Sabemos que la Logoterapia recurre a una técnica
denominada "modificación de actitudes" que
consiste en llevar a quién enfrenta una situación
inevitable a transitar de una actitud negativa hacia una actitud
positiva. Es una estrategia
válida. Su objetivo básico es provocar un
desplazamiento a nivel de actitudes. Pero a fin de que el trabajo a
nivel de actitudes sea más efectivo, la Terapia de la
imperfección se sirve del mismo recurso, pero con una
finalidad diferente. Su objetivo es generar una especie de
"shock" en el nivel subyacente a la actitud misma.

La Terapia de la imperfección pretende entonces
alcanzar la raíz misma de la actitud, el nivel más
profundo del cambio, y que consiste en ayudar a que el individuo
se desplace de la perspectiva de la indefectibilidad,
propia de los procesos racionales y responsable de la
disfunción del perfeccionismo, a la perspectiva de la
defectibilidad
, específica de los procesos
emocionales, que permite manejarnos de manera sana ante la
esencial defectuosidad de la vida.

El problema reside a nivel epistemológico, es
decir, al nivel más profundo del conocimiento,
ahí donde las personas conciben el mundo, construyen su
cosmovisión, donde establecen su manera de pensar, donde
reestructuran los datos de la
percepción misma. Porque en verdad no está
defectuosa la realidad por ser limitada, sino mi visión de
la realidad por pretender que la realidad sea indefectible, sin
defecto alguno, perfecta. Existe una defectuosidad objetiva que
la perspectiva de la indefectibilidad (propia de los procesos
racionales) rechaza, se esfuerza por negar y combatir con
procesos de corrección perpetua.

Es pues a ese grado donde se quiere remontar el trabajo de la
Terapia de la imperfección.

La concepción epistemológica que maneja la
Terapia de la imperfección comporta reemplazar la
concepción epistemológica dominante en la psicología actual
para quien la cadena del sistema interpretativo arranca con la
percepción. En cambio, para la Terapia de la
imperfección en la base del conocimiento se encuentra la
perspectiva y no la percepción. De esta manera, la
perspectiva es una pieza fundamental en la cadena del
conocimiento, la base implícita de la manera de conocer y,
por ende, de tratar la realidad misma.

A diferencia de la teoría
cognitiva que reserva este puesto privilegiado a la
percepción, para la Terapia de la imperfección es
la perspectiva y no la percepción, la que como tal
proporciona a la mente la manera de percibir como
percibe
lo que percibe. En este sentido, la
perspectiva tiene carácter de supuesto, premisa o a
priori
de la percepción. Así, en el caso que
nos ocupa, el perfeccionismo, ¿cuál puede ser la
perspectiva sino esa tendencia a presumir una inextinguible
perfeccionabilidad de la realidad?

La percepción estructura los
estímulos, "forma" con ellos el conjunto de
estímulos que recibimos: la imagen y el
concepto del
objeto, pero la perspectiva suscita, en algún grado, el
tipo de "conexión" de la imagen y del concepto del objeto
reestructurado con el objeto mismo. La perspectiva es
prácticamente la "percepción de la
percepción", el punto de apoyo desde el cual la
percepción "maneja", "encanala", "informa" los
estímulos que recibe la percepción.

En la arqueología de la percepción
encontramos la perspectiva. Es como si una, la percepción,
fuera el margen de "afuera" y la otra, la perspectiva, fuera el
margen de "adentro" del conocimiento.

La perspectiva pareciera anticipar algo que de alguna
manera pre-construye o pre-encanala la estructuración de
los estímulos que percibe el individuo. La perspectiva
hace de la percepción un proceso
implícitamente selectivo. Es como una "premisa de
arranque", por usar una expresión de Albert Ellis, que
configura todo el proceso perceptivo, evaluativo y actitudinal
del individuo. Es como si la perspectiva activara de una
determinada manera latente la percepción. Habría
que afirmar, entonces, que, en última instancia, nos
enganchamos a las cosas desde la perspectiva, y no desde la
percepción.

Así, pues, ese "algo" que subyace a la
percepción es la perspectiva. Es más,
pudiéramos añadir, la realidad no sólo se
configura según la perspectiva, sino que la
percepción termina rindiendo "cuentas" a la
perspectiva. ¿En dónde, en efecto, inicia esa
exigencia despiadada del perfeccionista con la defectuosidad de
la vida que pretende corregir, sino en la perspectiva misma que
tiene de la vida?

Sólo de esta manera, a través de un cambio
de perspectivas, el error y el fracaso sugerirán al
sistema mental cambios y aportaciones que se revelarán
importantes en nuestras vidas. Sólo a través de un
cambio de perspectivas podremos actuar de una manera más
sensata y conforme con la realidad defectuosa que encontramos
dentro de nosotros y a nuestro alrededor. Sólo así
podremos separar los resultados fallidos ocasionados por nuestras
decisiones de la valía inobjetable de nuestra persona. En
fin, sólo así podremos servirnos de nuestras fallas
y llegar a modificar su influencia en nuestra persona, pues es
cierto que "también cargamos con lo que hemos
fallado".

El perfeccionismo es, pues, una perspectiva, un modo de
percibir, responsable de la sensación de
inadecuación profunda en el corazón
del hombre. Se trata entonces de cambiar los "patrones"
perfeccionistas de la percepción y remitir el individuo a
una perspectiva donde el límite no esté fracturado
de la realidad.

¿Se puede aprender otra manera de "ver" que nos
deje entreabiertos a los obligados límites de la vida y de
la obligada muerte?
¿Podemos manejarnos desde una perspectiva que realice otra
"lectura" de
nuestra experiencia de incorrecciones? ¿Una manera de
mirar que no pretenda un extrañamiento de la realidad
limitada? ¿Manejarnos desde una actitud cuya premisa no
sea "cuanto más perfecto, mejor"?

El obstáculo con que tropezamos en este intento
es que el trabajo que se propone la Terapia de la
imperfección se lleva a cabo desde la misma perspectiva
que se quiere cambiar. En el proceso de limpieza de la mente de
sus parámetros perfeccionistas, la mente ofrece resistencia, pues
como alguien ha dicho: "Es difícil ver el cuadro cuando se
está dentro del marco".

Se trata entonces de realizar un trabajo que no nos
agrada. Lo que podemos hacer es insinuar pasos o pautas de
reflexión
que favorecen la "inclusión del
límite" y encaminan de manera gradual a poner el acento
sobre la "conciencia del límite".

El proceso de cambio de perspectiva es un aprendizaje lento
y constante y funciona de manera paradójica pues aquello
que se quiere corregir, la manía de corrección,
debe convertirse en la medida misma de la acción
de corrección.

Advirtamos que el objetivo de la Terapia de la
imperfección no consiste en exorcizar las imperfecciones,
sino en obtener un efecto terapéutico, una ganancia, de
nuestras imperfecciones. ¿Cómo modificar entonces
la manera actual de "ver" y de "tratar" la realidad?

A continuación señalaremos algunos pasos ,
subrayando el término "pasos" pues su finalidad es
ayudarnos a tomar conciencia del tipo de perspectiva que
manejamos y no obstante motivarnos y favorecer una
transición hacia una perspectiva alternativa. Empecemos
por tratar de "ver" diversamente. Sabemos que la manera de
comprender y de "tratar" viene después de la manera de
"ver". Las siguientes ideas tienen un carácter alternativo
a la visión perfeccionista.

No tomaras en vano tu existencia.

Vivimos empeñados en resaltar nuestros errores o
los errores de los demás. Pero esa labor no nos ayuda a
corregirnos, sino sólo a denigrar. Por el respeto que nos
merece nuestra propia existencia aspiremos a no menospreciarnos.
A no tomar en vano nuestra existencia. A no injuriarnos. Demos un
paso concreto para cambiar el hábito de hablar
negativamente de nosotros y de los demás. Aprendamos a
hablar de manera afirmativa y positivamente. ¿Es posible
que no haya cosas que nos agraden de nosotros mismos? Hay
numerosas ocasiones donde empezar a practicar este ejercicio.
¿Tendrías suficiente ánimo y valor para
formar un grupo de
personas cuyo objetivo sea animarse a cultivar este sentimiento
de respeto por la propia existencia? Así como hay grupos para leer
y exponer sus lecturas, formar un grupo con la finalidad de
hablar constructivamente de la propia existencia.

Lo bueno de lo malo.

Se trata de abrir una puerta al error o al fracaso que
ayude a salir de la negatividad en que podemos encontrarnos. Dar
significado a la experiencia que nos parece deslucida, estropeada
o inutilizable. ¿Qué es lo más importante
ahora? ¿Cómo puedo servirme de ese material?
¿De qué nueva manera puedo percibir y relacionarme
ahora con la vida gracias a esa determinada experiencia negativa?
¿Qué vale la pena subrayar y escoger ahora: la
carga negativa del pasado o lo positivo que estoy acumulado ahora
a partir de esa carga?

La victoria de la derrota.

La honestidad hacia
nuestros errores y fracasos es ya una especie de ganancia sobre
ellos. La victoria consiste en no mentirnos. Cuando
racionalizamos o nos mentimos voluntariamente sobre una falla
cometida nos manejamos desde un bajo perfil de orientación
hacia nosotros mismos. La victoria de la derrota consiste en no
manejarnos con máscaras. Ser auténtico en esas
ocasiones es un trofeo de humanidad. Otra victoria de la derrota
es la flexibilidad con que puedo colocar ante mi mismo y ante los
demás a partir de mi fracaso o error.

El error o el fracaso pertenecen a situaciones o hechos
históricos que no pueden modificarse ni deshacerse. El
único trabajo realista que puede hacerse con ellos es
aceptarlos. Aceptar es la condición para aprender y sacar
partido de mis fallas.

Lo uno va con lo otro.

Suerte y desgracia van de la mano, como armonía y
desarmonía y toda la lista de contrarios que podamos
componer. Es una ficción de la perspectiva de la
indefectibilidad separar la realidad como con una navaja y
clasificarla en buena y mala. Una forma de evitar el dualismo de
tal perspectiva es la de incorporar los opuestos. Lo que en un
orden de cosas parece una adversidad o tropiezo, en otro orden
asume otra valencia. Una fábula china
ejemplifica magistralmente la interacción entre los elementos contrarios
que existen dentro de la vida:

"Había una vez un campesino
chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra
duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:

-"¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el
caballo.

-"¿Por qué le llamas desgracia?
–respondió el padre, veremos lo que trae el tiempo"

A los pocos días el caballo regreso,
acompañado de otro caballo.

-¡Padre, qué suerte! –Exclamó
esta vez el muchacho- Nuestro caballo ha traído otro
caballo.

-¿Por qué le llamas suerte? –Repuso
el padre- Veamos qué nos trae el tiempo.

En unos cuantos días más, el muchacho
quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al
jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El
muchacho se quebró una pierna.

-"¡Padre, qué desgracia -exclamó
ahora el muchacho- Me he quebrado la pierna!"

Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría,
sentenció:

"¿Por qué le llamas desgracia?
¡Veamos lo que trae el tiempo!

El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gemía
en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea
los enviados del rey, buscando jóvenes para
llevárselos a la guerra.
Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su
pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.

El joven comprendió entonces que nunca hay que
dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que
siempre hay que darle tiempo al tiempo para ver si algo es malo o
bueno. La vida da tantas vueltas, y es tan paradójico su
desarrollo,
que lo malo se hace bueno y lo bueno malo. Lo mejor es esperar
siempre el día de mañana".

"Qué nada se pierda" (Jn.
6,12).

Esta expresión del Evangelio sobrepasa lo que
llamamos la "inclusión del límite" y atestigua la
auténtica "conciencia del límite". Una tal
expresión constituye una retroalimentación de la perspectiva de la
defectibilidad y puede referirse indistintamente a las
experiencias de éxito
como a las experiencias de fracaso.

Si hasta las "sobras" merecen tal importancia al punto
que se solicita el esfuerzo de que se recojan para que
ningún pedazo de pan, aunque este usado y contaminado por
las numerosas manos que lo han tocado, se pierda,
¿qué trato podemos reservar a nuestras fallas y
fracasos que forman parte de nuestra existencia? ¿No
pudiéramos tratar nuestras fallas y fracasos con
más consideración que la que se pide con
relación a los desperdicios"

 

 

 

Autor:

Dr. Ricardo Peter

Partes: 1, 2
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